lunes, 7 de abril de 2008

Entre grifo y nevera

En la campaña electoral que llevó al presidente Lula al poder del Brasil por primera vez, una de sus frases fue algo tan básico como comprometerse a que todos los brasileños pudieran desayunar cada día. Una promesa electoral así indica cual es la situación del electorado. Lula sabía que había muchos conciudadanos a los que les costaba mucho lo que allí llaman "el café de manhá". Eso en la Europa opulenta no podemos ni imaginarlo. Se da por supuesto que aquí quién no desayuna es porque quiere conservar la línea. Pero eso pronto va a cambiar.
Se habla mucho en estos días del agua que no tenemos. La falta de agua es el preludio de la muerte. El agua de pronto se convierte en un fluído carísimo y nos entra una sed psicológica. Pero el agua nos está impidiendo ver lo que sucede en los supermercados, también los nuestros. Dejemos de hablar del agua y empecemos a hablar de los alimentos. Porque cada vez somos más y tal vez está empezando un tiempo en el que se va a acabar la alimentación barata. En el gran mercado mundial las materias primas suben de precio y no provocan, por lo visto, la alarma de la falta de agua. Será tal vez porque el agua depende de los gobiernos y la comida depende de los circuítos de las grandes industrias agroalimentarias. El maiz ya no es únicamente el alimento de las gallinas. Con la entrada de los combustibles biológicos, cada vez que llenamos el depósito con biodiesel en otro lugar del mundo han visto subir el precio de las tortillas o de otras elaboraciones básicas en la dieta de los pobres. El arroz está sufriendo un proceso de acaparamiento espectacular. La humilde pasta como el espageti ha sufrido en España un 17% de incremento. Llegan noticias del desabastecimiento de pan en Egipto y los argentinos salen a la calle ante la escasez de carne.
Durante muchos años hemos pensado que el hambre tenía una geografía muy determinada y que el primer mundo era el mundo de la abundancia. Pero la abundancia, aunque lentamente, se está encareciendo. Y es precisamente esa lentitud la que hace que solo se den cuenta de esa inflación del precio de los alimentos los bolsillos más precarios.
La falta de agua es debida a la sequía, pero la carestía alimentaria proviene de un sistema que ha enloquecido. Que el grifo no nos impida ver la nevera. Ningún Gobierno se enriquece con la falta de agua. Pero ciertas industrias de alimentación se disponen a apretarnos las clavijas.
Licencia para delatar

Una señora lava con agua unas alfombras en el jardín de su casa y la policía puede multarla. ¿Detrás de qué ventana se oculta el vecino delator? Lo malo de las prohibiciones excesivas es que hay un sector de ciudadanos que esperaban normas y leyes para poder actuar, no tanto a favor de todos sino contra sus semejantes. Esa idea puritana teñida de civismo hace más daño que la sed. Los mismos que no tendrán el valor de actuar ante una agresión física del fuerte contra el débil, aprovecharán la posibilidad de meterse en la casa de los otros para ganarse el cielo del supuesto bien común. Si damos armas de venganza protegidas por las leyes, alguien las empezará a usar.

Dilema

Decidir entre quedarse o avanzar. Si dudamos será precisamente esa duda la que nos hará retroceder.

Articulo de Opinión de Joan Barril publicado en el Periódico.com

http://www.elperiodico.com/

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