Estamos en carnaval. Unas fiestas que invitan a olvidar los problemas cotidianos y donde tras las máscaras todo el mundo es igual sin distinción de clases.
El origen de los carnavales es dudoso pero se sabe que ya antes de Cristo se celebraban ubicando la primera concentración carnavalesca en Egipto y Sumeria hace 5.000 años. La celebración estaba ligada, en un principio a la agricultura donde los campesinos se reunían en verano con los rostros enmascarados y los cuerpos totalmente pintados alrededor de una hoguera para celebrar la fertilidad y productividad del suelo o para alejar los malos espíritus de las cosechas.
No obstante hay quien relaciona el origen del carnaval con la limpieza, limpieza general de la casa y del alma. Los carnavales coincidían con el mes de Febrero mes de limpieza para los romanos y para los musulmanes que empiezan su Ramadán con la limpieza general.
En Egipto se celebraban concentraciones con cánticos y danzas y los participantes usaban máscaras y disfraces como símbolo de la inexistencia de clases sociales.
Más tarde la tradición llegó a Grecia más o menos hacia el siglo VI a.C. y existía la costumbre o más bien era obligada costumbre que una vez al año, antes de la primavera, se sacasen los trastos viejos de casa, se repellaran los desconchones de las paredes y se encalasen por dentro y por fuera para dejarlo todo reluciente para cuando los Dioses pasasen la solemne inspección en sus carrozas navales (carrus navalis) donde la gente bailaba todo tipo de danzas. En Roma el carro era dedicado a la Diosa egipcia Isis, aunque el origen romano de la fiesta hay que encontrarlo en las “bacanales”que se celebraban en honor del Dios Baco (Dios del vino) donde las gentes estaban durante días en una fiesta que compartían como iguales junto a los esclavos, algo que únicamente sucedía durante esa celebración. Esta costumbre se propagó a las culturas celta y germana. Las ceremonias tenían un punto en común: Estaban asociadas a fenómenos espirituales, astronómicos y a ciclos naturales, y se manifestaban a través de expresiones como la danza, los cánticos, la sátira, las máscaras, y el desorden. En una sociedad con tantas diferencias sociales, las fiestas suplían la necesidad de libertad para todos. Ricos y pobres se mezclaban durante el carnaval sin reconocerse.
El origen cristiano del carnaval hay que buscarlo en la palabra Carnelevarium que se refería al hecho de quitar la carne, algo relacionado con la prohibición del consumo de carne durante la cuaresma cristiana. En la edad media, tan inflexible en los ayunos, abstinencias y cuaresmas con persecuciones a quienes no observaban estos preceptos, se continuó la tradición del carnaval con la introducción de juegos, banquetes, bailes y diversiones en general, con mucha comida y bebida con objeto de enfrentar la abstinencia de la cuaresma con el cuerpo fortalecido y bien preparado.
En la época de los reyes Católicos era costumbre disfrazarse en determinados días con el fin de gastar bromas en los lugares públicos.
Fue en 1523 cuando Carlos I, dictó una ley prohibiendo las máscaras y enmascarados, prohibición que también mantuvo Felipe II. Fue Felipe IV quien restauró el esplendor de las máscaras.
Enseguida, el carnaval llega a Venecia, y de ahí a todo el mundo. Y poco a poco fue moldeando sus características, dependiendo de las costumbres propias de cada país. Pero, por lo general, el carnaval se define a través de máscaras, disfraces, carrozas, desfiles, bailes, etc.
Hay quien explica que es debido a ese significado al que aludía antes de la limpieza, que las escobas y barridos son grandes protagonistas y es un honor y señal de buen augurio tener la escoba como pareja de baile. En otros carnavales se daba salida ritual a la rivalidad entre vecinos tirándose a la cabeza unos a otros los trastos que salían de la limpieza de las casas. Esas rivalidades se han reconducido hacia la chirigota, los concursos y las grandes competiciones de cuadrillas, peñas y escuelas de samba.
Yo, a la vista de la actual situación de crisis en que vivimos sugeriría la prolongación “sine die” de las fiestas de Carnaval. La crisis no la solucionaremos pero al menos sería algo más llevadera ¿O no?
Un abrazo a tod@s
P.D. Mañana trataré de explicar un poco los carnavales de Cádiz.
jueves, 19 de febrero de 2009
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DIVERSIONES ESTREPITOSAS
ResponderEliminarLa palabra griega kṓ‧mos, traducida “diversión estrepitosa”, aparece tres veces en las Escrituras Griegas Cristianas y siempre en sentido peyorativo. El Greek-English Lexicon of the New Testament (de Joseph Thayer, 1889, pág. 367) señala que en los escritos griegos antiguos esta palabra designaba “una procesión nocturna y desenfrenada de hombres medio borrachos y alegres que después de cenar desfilaban por las calles con antorchas y música en honor a Baco o a alguna otra deidad [o un vencedor en los juegos], y cantaban y se divertían delante de las casas de sus amigos y amigas”. Esta conducta licenciosa e inmoderada, con procesiones en las calles similares a las celebraciones modernas de carnaval en algunos países, eran comunes en las ciudades griegas del tiempo de los apóstoles. Por lo tanto, el prevenir a los adoradores verdaderos de tales diversiones era apropiado y beneficioso.
Obviamente, las diversiones estrepitosas no eran apropiadas para los cristianos, y la Palabra de Dios las condena. Antes de hacerse cristianos, algunos residentes de las provincias de Asia Menor de influencia griega (1Pe 1:1), a quienes Pedro escribió su carta, habían procedido “en hechos de conducta relajada, lujurias, excesos con vino, diversiones estrepitosas, partidas de beber e idolatrías ilegales”. No obstante, habían abandonado tales prácticas cuando se hicieron cristianos. (1Pe 4:3, 4.) Por su sensualidad degradada y disolución, las diversiones estrepitosas eran ‘obras que pertenecían a la oscuridad’ y en las que los cristianos no deberían andar. (Ro 13:12-14.)
La Biblia no excluye la alegría y las fiestas. Por ejemplo, se dice que el hombre se regocije en su Creador; el esposo, en su esposa; el trabajador, en la obra de sus manos, y el agricultor, en el fruto de su duro trabajo. (Sl 32:11; Pr 5:18; Ec 3:22; Dt 26:10, 11.) El alimento y la bebida pueden contribuir al regocijo (Ec 9:7; Sl 104:15), sin embargo, debería prevalecer la moderación. (Pr 23:20; 1Ti 3:2, 11; 1Co 10:31.) El que en las fiestas se llegue a la embriaguez y a las escenas de desorden y sensualidad equivaldría a una diversión estrepitosa. Pablo incluye las diversiones estrepitosas entre las “obras de la carne”, y dijo que los que las practicaran “no [heredarían] el reino de Dios”. (Gál 5:19-21.)