Hola a tod@s:
Ayer finalizó el debate, en el parlamento autonómico catalán, sobre la iniciativa popular de prohibir las corridas de toros en Cataluña.
Particularmente no soy partidario del sufrimiento injustificado en y con los animales, mucho menos si dicho sufrimiento se realiza para el solaz y disfrute de las personas.
Muchas de las voces que hoy se alzan contra la prohibición de la, a mi criterio, mal llamada fiesta nacional, se echarían las manos a la cabeza si en su presencia se degollase a un cerdo, se golpease con un palo a un conejo y se lo ensartase en un gancho por el ojo para destriparlo, o se retorciese el cuello a un pollo hasta matarlo por rotura de este mientras sufre un proceso de asfixia. Parecen procedimientos más dignos de hace muchos siglos y sin embargo no han pasado más de cincuenta años en los que era posible verlos en mercados, o como fiesta turística en el primero de ellos.
Todos estos procedimientos, usos y costumbres eran herencia de generaciones que han perdurado hasta que, por coherencia sanitaria u otros intereses, se prohibió la venta y muerte de animales vivos en los mercados, obligando a que todo animal destinado al consumo se sacrifique en los mataderos con métodos más racionales como la descarga eléctrica.
Pero no acaba aquí la exposición de horrores. Cuando en los medios visuales se nos muestran apaleamientos a perros, envenenamiento de especies protegidas por cebos emponzoñados expresamente para acabar con algún tipo de alimañas, peleas de gallos o de nuevo entre perros, cuando se hablan de las cifras de abandono de animales, de las pésimas condiciones de algunas perreras o de instalaciones que pretenden ser zoológicos, etc. nos ablandamos y clamamos y reclamamos que se ponga fin a tanto desmán.
Sin embargo, cuando hablamos de los toros, nuestra actitud cambia. Podría parecer que este animal ha nacido única y exclusivamente para ser torturado y finalmente sacrificado como distracción de un nutrido colectivo, nada despreciable, de personas de todo género, condición social, creencias y/o nivel cultural.
Al toro se le pueden poner bolas de fuego que lo hagan enloquecer, para después golpearlo repetidamente mientras corre despavorido sin saber a dónde. Al toro se le puede lancear, como sucede en Tordesillas, a semejanza de una diana donde tirar dardos, o se le puede enrabiar en un toril estrecho antes de salir a la plaza para después arponearlo con una serie de banderillas o arrancarle trozos de carne bajo la puya de un picador y, así de esta forma, ser toreado o mareado hasta que el torero, diestro o matador, cualquier término es correcto, decida que ha llegado el momento de acabar con el animal, si hace honor a los dos últimos apelativos de una forma rápida y si no lo es, con repetidas estocadas y/o puntillazo final.
El toreo puede tener su explicación. Hay quien lo define como el espectáculo democrático por excelencia, ya que es el público quien con sus aplausos, pañuelos blancos o abucheos premia o castiga la “faena” del torero. Si así lo aceptamos, sería la herencia de las primeras fiestas democráticas romanas en las que el pueblo condenaba a muerte o concedía la vida a los gladiadores, según su labor realizada o preferencias.
Se podrá decir que es un espectáculo cultural y plástico en el que el toro y el hombre se enfrentan cara a cara. El toro aporta su bravura, su envergadura y su peso y el torero aporta su inteligencia, aunque el final está escrito y anunciado.
Personalmente puedo entender ambas definiciones e incluso me puedo identificar más con la segunda que con la primera. Contrariamente a lo que pueda parecer, no estoy en contra de la erradicación de las corridas de toros. Pienso que una corrida no es algo tan simple como ver a un señor con un trapo y un palo o una espada a las cinco de la tarde enfrentándose a un animal que puede llegar a sobrepasar los 500 kilos de peso. Sé que hay toda una suerte de reglas que un buen diestro debe conocer y seguir, añadiendo además, imaginación para hacer más vistoso el espectáculo. Así pues, nada que objetar salvo en lo que se refiere a la muerte del animal. Particularmente preferiría que el toro no fuese sacrificado nunca y que después de la corrida fuese devuelto a su lugar de origen o fuese sacrificado pero en un matadero con el método ya descrito. La verdad es que no me gusta presenciar o saber de la agonía del animal ya sea corta o larga.
Lo que realmente me parece mal de todo esto, es que de un debate simplista como es prohibir o no prohibir, se derive a un debate político de confrontación donde parece ser que el que está a favor de la prohibición forma parte del colectivo catalán-separatista y por ende antiespañol y por el contrario quien se opone a la prohibición es un auténtico español.
Hay energúmenos separatistas catalanes a los que les gusta la lidia y separatistas españoles, que también los hay a los que les dan tres patadas las corridas de toros. Y habrá, digo yo muchos otros en ambos bandos o en el amplio espacio que media entre ambas posiciones extremas que apostarían por una vía intermedia o que sin más, les da lo mismo.
Parece que hay mucho interés, demasiado diría yo en hacer bandera de este debate, de crear más crispación, de añadir más leña a un fuego que debiera extinguirse. Por qué si no viene a cuento ahora el declarar las corridas de toros como bien de interés cultural, como ha hecho la Presidenta de la Comunidad de Madrid, ¿acaso no podía haberlo hecho hace un año o dos? ¿Era preciso hacerlo ahora? Con toda seguridad detrás de las razones que podrían argüirse existen otras más ocultas que a poco que pensemos podemos entender.
El odio, la crispación, las comparaciones tendenciosas, los agravios comparativos, son con mucho, más divertidos que la buena convivencia, la solidaridad y la armonía y sirven como cortina de humo que nos distraen de otros problemas. En los tiempos que vivimos existen otros debates muchísimo más importantes que este, debates que nos afectan a todos los españoles por igual. La crisis nos golpea ferozmente, nuestros gobernantes no saben, no quieren o no pueden aportar soluciones. Sin embargo, alientan enfrentamientos menores que no llevan a ninguna parte, pero ya se sabe: Divide y vencerás.
Y vosotros ¿qué opináis?
jueves, 18 de marzo de 2010
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Los políticos se deberían dedicar a otras cosas mas inteligentes que crear crispación.
ResponderEliminarAhora se les da por intentar prohibir algo cuando ya practicamente no quedan plazas de toros activas, las pocas que había o han sido demolidas o han quedado obsoletas, a parte de las de Barcelona.
Quien le gusten los toros que vaya a ver corridas, de la misma manera que quien le gusta el futbol el domingo va al futbol.
A mi no me entra en la cabeza que en el siglo en el que estamos todavía haya gentuza que disfruta con el sufrimiento y la tortura de los animales. Ni lo entiendo, ni lo comparto y, mucho menos, lo respeto. Es más ni siquiera me importa si esto que estoy diciendo puede ofenderle a alguien, porque la tortura de un animal es un acto aberrante que debería estar castigado.
ResponderEliminarNo se debería estar discutiendo sobre la abolición de las corridas de toros porque esto es algo que ya tendría que haber pasado a la historia hace muchos años.
España ha sido y siempre será un pais de paletos que se vanaglorian de unas fiestas en la que la tortura a los animales debe estar presente para ser patriótico.
Para mi la tortura ni es arte ni es cultura porque si consideramos la tortura como un arte entonces….¿ el canibalismo que es? ¿una forma de gastronomía?.
"La grandeza de una nación y su progreso moral pueden medirse por el trato que reciben sus animales" Gandhi
Estoy contra la tortura de cualquier animal y por supuesto se agrava más cuando se utiliza para dar espectáculo a "personas".La única realidad es que el mundo taurino mueve dinero y los que defienden dicha "fiesta" de horror y sangre se justifican diciendo que el toro de lidia nace para ello , que ellos quieren mucho a ese animal y temen por su desaparición.Yo les digo que creen una fundación como la de salvar al lince y protegerán la especie...no nos tomen el pelo,es TORTURA y SACRIFICIO sin más..
ResponderEliminar¡Feliz cumpleaños Opaitos!.
ResponderEliminarA mi sinceramente no me gusta para nada esto de las corridas; lo encuento una masacre.
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