NUESTRA POBREZA

Dice un refrán que todo el mundo cuece habas y en mi casa a calderadas. Ayer hablaba de hambre y pobreza en el mundo y parecía que todo ello aunque sangrante nos queda muy lejos. Nosotros pertenecemos a ese llamado primer mundo, pero ¿realmente en nuestro país no hay pobreza?

Me hago eco del contenido del Informe de la Inclusión social en España 2.008 de la Fundación UN SOL MON (Un solo mundo) de la Caixa de Catalunya.

Según dicho informe se establecen tres niveles de pobreza:
La pobreza moderada: 60% de la mediana de los ingresos equivalentes (6.347,00€ anuales).
La pobreza alta: 40% de la mediana de los ingresos equivalentes (4.231,00€ anuales)
La pobreza severa: 25% de la media de los ingresos equivalentes (3.037,00€ anuales)

La tasa de pobreza en España se sitúan en el 19,7€ de la población.

Las tasas más altas de pobreza moderada se concentran en los dos extremos del ciclo vital, es decir, entre los menores de 16 años y los mayores de 65 años. Asimismo los menores son los más proclives a padecer pobreza alta y severa.

Pero siguiendo con los datos de dicho estudio, se indica algo que realmente es para pensar. La pobreza entre el colectivo de jóvenes en edad de emancipación es muy baja. Ello es debido a que esconde la dependencia económica de los jóvenes, de no ser así una proporción muy alta sería pobre. Por otro lado un 30% de las personas mayores padecen pobreza moderada, siendo mayor el riesgo entre las personas que viven solas y afectando mucho más a las mujeres mayores de 65 años, casi el 50%, que a los hombres de los cuales solo un tercio de los hombres que viven solos son pobres.

En una población donde la esperanza de vida es cada vez mayor estos porcentajes resultan preocupantes cuando no alarmantes. Significa que 3 de cada diez personas mayores de 65 años sufre pobreza moderada.

Desde luego no estamos hablando del tipo de pobreza al que me refería el pasado viernes, pero no deja de ser realmente preocupante. Hay muchas personas en su mayoría mujeres que han dependido durante toda su vida de los ingresos del marido y que no han cotizado a la seguridad social que a la muerte del esposo se encuentran con una merma muy considerable de ingresos y que sufre de apuros económicos para llegar a fin de mes, pero que a su vez son incapaces de solicitar ayudas, son los llamados pobres vergonzantes y de estos hay muchos más de los que nos podemos imaginar.

Por otro lado los jóvenes que se emancipan no teniendo garantizada una continuidad laboral o lo que es lo mismo estando sometidos a precariedad laboral, sufren un alto riesgo de engrosar las tasas de pobreza, riesgo que aún se acrecienta mucho más si conviven en pareja trabajando tan solo uno de ellos y alcanzando un nivel de riesgo extremo, si además tienen uno o más hijos.
Todo ello me lleva a reflexionar que hay muchas cosas que fallan en nuestra sociedad. Nuestra constitución recoge una serie de derechos y libertades, pero a la hora de la verdad, tan solo estamos sujetos a obligaciones ya que los derechos son en su mayoría papel mojado. Tenemos derecho a una vivienda digna, pero no se facilita el acceso a las mismas. Tenemos derecho a trabajar, pero conseguir un trabajo es algo sumamente difícil, mucho más si deseamos que el mismo sea estable. Podría seguir citando derechos que no se cumplen pero podría acabar siendo tachado de demagogo.

Por lo que respecta a la pobreza, yo pertenezco a esa generación a la que le enseñaron que hay que intentar socorrer a los pobres, pero el socorro era el dar una limosna, posiblemente no había otra posibilidad, hoy la sociedad, la forma de vivir que hemos adoptado, nos lleva a girar la cara hacia otro lado cuando nos hablan de pobreza. La del tercer mundo queda lejos, y la que hay en nuestra casa, en nuestro país, la ignoramos y si no, la tememos. Nos guste o no vemos a los pobres como potenciales amenazas a nuestra seguridad a nuestra forma de vivir e intentamos alejarnos de ellos. Evidentemente hablo de mayorías y por supuesto acepto que hay personas que se desviven por socorrer a los más desfavorecidos, de la misma forma que existen energúmenos que ven en quemar a un indigente o apalizarlo hasta causarle graves lesiones o la muerte, una forma de distracción.

Esta es la sociedad que hemos creado y nos guste o no, todos somos cómplices y todos tenemos una parte de culpa, yo el primero, aunque lamentablemente se que pasará una semana, un mes o poco más y todas estas reflexiones caerán en el olvido o servirán como tema de conversación alrededor de una buena mesa, mientras quizá alguien se preguntará mientras busca algo con lo que alimentarse cómo y por qué ha llegado a ser pobre.